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15 de diciembre de 2011

¿Dioses y diosas en un mundo de simples mortales?

Este dichoso lugar en el que vivimos, donde nada se puede esperar, donde nada se puede preparar, donde la nada es cínica y traicionera. Mundo de crueldad, de injusticias, golpes de suerte, de amores, de desamores, de victorias y alegrías, de amigos que se visten de sinceridad y que te terminan traicionando, mundo de diversas opiniones y religiones, donde lo que pensábamos cambia de forma en cada instante.
Mundo de presente, pasado y futuro, donde la manzana comienza sana y frágil, madura tras los pasos de los años y termina pudriéndose, en algún impreciso lugar.
Risas que terminan en llanto, besos que muestran ternura y celos, cuerdos que juran estar en la plena locura, incrédulos que no creen ni en sí mismos, este es el mundo en el que vivimos, donde todo cuenta, los pasos del día a día, las piedras con las que tropezamos continuamente, pero de las que finalmente, algunos conseguimos levantarnos con fuerza, pero en las que otros jamás se volverán a levantar. En un instante, pertenecemos a un mundo u otro, un último latido, un simple aliento, provocan que desaparezcamos del mundo y de que los que se quedan nos busquen en su más profundo interior. Una mirada sincera que nos abre fácilmente mil puertas y otra que se interpone en nuestro camino. El bien o el mal, lo justo o lo injusto, la verdad o la mentira, el amor o el odio, la perdición o la moderación, todos ellos salen de nosotros, rápidos, fugaces, desaparecen al instante o pueden perdurar toda la vida.



En mi mundo hay batallas difíciles en las que todo se pierde, pero de las que se aprende, vivo entre el bien y el mal, porque cometo errores, cosas que me prometo y que nunca cumplo, pero también, doy cariño sin préstamo alguno, ayuda en el momento oportuno y vida al que la necesite. No se quien soy, pero se que estoy por algo en este indeciso mundo. Me defiendo con palabras, en vez de con una espada, aunque a veces llore por las críticas de mi forma de luchar, actúo rápido sin pensármelo dos veces, jamás dudo tengo el paso firme y no retrocedo, recordando momentos que me dan apoyo y fuerzas para seguir luchando en la batalla, por volver a ver a las personas a las que quiero.

Morir... no existe en mí, sino, nacer cada día. 
Los simples mortales,en realidad, somos los dioses y diosas que vivimos 
en un mundo sin terminar donde la pieza final, la ponemos nosotros mismos.

                                                  Sandra

2 comentarios:

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