Después de la tempestad, siempre llega la calma

Gotas, pequeñas y finas, simplemente gotas, de sabor salado, como el mar, caen de los ojos de los desdichados, sufridores o simplemente mortales que están tristes. Cuando cae una, muchas mas la siguen, empañan nuestra vista, como si fuese un simple cristal mojado. 

Empañan nuestros pensamientos, dudas o hasta incluso secretos. Una gota no tiene precio, pero si valor, en ella se encuentran millones de sentimientos verdaderos y por supuesto transparentes. Esas gotas nos suelen doler y hasta incluso quemar. Pero cuando la lluvia cesa, nuestro interior queda sumido en una paz interior.

 Nos sentimos calmados y preparados para seguir llorando,  

pero también para seguir viviendo.
                                                          Sandra