Realmente nunca me había planteado escribir y menos aún desahogarme para todo el mundo, pero ese 15 de diciembre decidí crearme un blog en el que contar lo que sentía cuando lo de dentro se derrumbaba y caía a pedazos. Convertí mi blog en una especie de rincón de delirios y de sueños por cumplir. Y es que ya han pasado tres años, tres, y si miro hacia atrás veo a una chica débil y sensible que ahora no logro encontrar. Y menos mal. Quizás sea porque los años nos enseñan a ser más fuertes a base de errores, golpes y moratones. ¿Pero que sería de la vida sin esos días en los que te comes el mundo y esos otros días en los que huyes de él? Días en los que te preguntas como será todo dentro de un par de años. Pero eso es lo bonito de la vida, la incertidumbre, el no saber que ocurrirá en unos escasos segundos. Con el paso del tiempo, el ser feliz para mí ya no es un estado de ánimo, sino una decisión. Comencé a ser feliz cuando perdí ese miedo a arriesgar y a equivocarme, porque no hay mejor forma de aprender que caerse mil veces y volverse a levantar otra vez.

Hoy 15 de diembre quiero daros las gracias a todos queridos mortales, a los que me léis y permanecéis en el silencio, a los que me comentáis y a los que me seguís.
No tengo palabras para deciros lo mucho que habéis sido para mí cuando me sentaba a escribir y soltar aquello que me dolía o hacía la más feliz. Gracias porque por vosotros comencé a ser autodidácta para mejorar el diseño de este blog. Gracias porque sin vosotros seguramente no estaría haciendo una carrera que me apasiona cada día más y posiblemente tampoco tendría el carnet de conducir, y diréis ...¿y eso que tiene que ver? La verdad es que lo tiene que ver todo, porque vosotros creisteis en mí, cuando yo aún no lo hacía. Me distéis ese chute que necesitaba para creer en mí misma. Gracias, por haberme dado esas alas que me faltaban. Gracias mortales otra vez, porque sin vosotros se y lo escribo sinceramente que no sería quién ahora mismo soy.
Gracias.